Nuestro momento

Los momentos de silencio, de locura, de cansancio o como sean esos momentos, es lo que nos queda del día. A veces buenos y otros no tanto. Pero aun nos queda qué hacer, qué pensar y qué decir. Nuestros hobbies, nuestros vicios, nuestros antojos y nuestras alegrías ocupan, sin duda, lo que nos queda del día.

viernes, 31 de diciembre de 2010

UN ESCAPARATE CARGADO DE DESEOS

Ayer fui al centro, en Málaga, aun estoy en Málaga. Estuve en la casa de Alfa de donde salió mi nueva máquina de coser. La simpática señora de la tienda me explicó todo muy bien y fui probando en unos retalitos que había llevado, cada una de las opciones de mi nueva máquina. Cuando salí, me dirigí a la tienda "El Kilo", que es lo viene a ser el "Pontejos" malagueño. Y ahí estaba, el mejor escaparate que había visto nunca, un escaparate cargado de deseos. Es inevitable curiosear sobre los deseos de los otros así que leí algunos, en realidad unos cuantos. Había deseos de personas de todas las edades. Se notaba rápidamente por el estilo de letra o el mensaje que llevaba, pero todos con las mejores intenciones que nos podamos imaginar. Tal como esa pared de Verona llena de cartas a Julieta, en ese escaparate estaba la vida y los sueños de multitud de individuos y yo, los estaba leyendo. 



Divertida cual Amelie Poulain, leí, imaginándome la vida de esos otros, mientras escribían sus deseos, mientras esperaban que se hicieran realidad, en sus casas, con sus familias, caminando triste por cualquier acera. Cada deseo, cada ilusión al fin y al cabo, tiene toda una historia. Los pos-it  de los más pequeños eran los más parecidos: "Que no haya guerras, ni hambre", "que haya paz en el mundo"... Pero me imaginaba al adulto que había detrás, incitando al hijo, nieto, sobrino a que escribiera eso, mientras en secreto, pediría su deseo más íntimo, irrevelable ante la mirada de un crío y  escondiéndolo con una sonrisa.




Al escaparate se iban acercando otros transeuntes, familias que sonreían con algunos deseos, divertidos deseos. Parejas, amigos, adolescentes que a carcajadas escandalosas y a unos decibelios que cualquiera que pasaba podía oir, anunciaban sus deseos mientras lo escribían en su papel, en su trozo de pastel de escaparate. Señoras mayores que iban a por telas leían discretas y con mal disimulo y, todos, como yo, con una gran sonrisa ante el magnífico espectáculo.


Escritos sobre rosa o verde, la mayoría pensando que solo es un juego,  un simple papel, pero con ese ¿Y si...? que hace que el mundo gire y nosotros nos movamos...




"Por favor, quiero aprobar las oposiciones", "Deseo que nuestro bebé nazca bien", "Que acabe esta crisis y tengamos trabajo", "Que Julian me quiera", "Salud y amor", "Aprobar el curso", "Felicidad", "Que me toque la lotería del niño", "que todos los deseos se hagan realidad"...




Cuando pagué mis tijeras y mis trozos de fieltros, le dije a la dependienta que me había encantado y ella, feliz, porque ese día todos los dependientes estaban felices, me dijo que le había sorprendido mucho, que había leído algunos, y que pensaba que escribirían tonterías pero se había dado cuenta que, en realidad, la mayoría de las personas son buenas y tienen bonitos deseos...




Mi deseo para el nuevo año:

QUE TODOS SEAMOS UN POQUITO MÁS FELICES.



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